martes, 30 de marzo de 2010








DECLARACIÓN DE INTENCIONES:

Ocurre en el lenguaje: “La Pescadería” pierde espacio en la mente de los coruñeses frente a “El Centro”, omnipresente y obvio. Es el rastro de una fricción y de una superposición, en parte natural, en parte planificada.
Pescadería es un “sitio donde se vende pescado” y traslada a épocas pretéritas en que la base económica de la ciudad se encontraba en el sector primario, como las labores marineras. “El Centro” remite sin embargo al sector terciario de la producción, con sus especializaciones en ocio, turismo y administración.
Para el potenciamiento del centro se consideró necesaria una labor de “limpieza” que eliminase las singularidades que pudieran estorbarle. La más evidente en el centro coruñés es el puerto, que con sus olores y suciedades era un evidente obstáculo a la creación de una impoluta ciudad genérica a escasos metros. Las actividades comerciales del puerto se enviaron a otros lugares y a día de hoy, “El Puerto” es un centro comercial.
La instauración planificada de la ciudad genérica no ha impedido que las formas de vida “de barrio” en La Pescadería hayan sobrevivido. La relación de los individuos con sus hogares y su entorno tienen sus propias lógicas más allá de la planificación centralizada y estas lógicas perviven por sí solas ante una paradoja central: la administración dedica una especial atención a su ámbito geográfico, pero no a sus residentes. No es de extrañar, así pues, que la población de La Pescadería sea una de las más envejecidas de la ciudad mientras que una población flotante juvenil acuda al Centro en busca de sus enclaves de ocio.
Pescadería 20 consideramos necesaria una labor de visibilización de este “barrio oculto” en el mismo centro de la ciudad, valorando en su singularidad sus identidades, sus formas y sus ritmos cotidianos, que por no reglados y genuinos, se encuentran en peligro.





Pescadería. En su día el primer ensanche de la ciudad, ocupa la parte norte del estrecho istmo que separa la península coruñesa de tierra firme y discurre paralelo al paseo marítimo ante la Playa del Orzán. Es zona de grandes contrastes, pues paralelas a su eje vertebrador, la muy comercial y vitalista calle de San Andrés, discurren algunas calles degradadas que son foco de prostitución, aunque hoy están experimentando un creciente fenómeno de rehabilitación indie, hasta el punto de ser denominadas el "Soho coruñés". También aquí se ubica la zona de "marcha" favorita de la gente joven (calles Juan Canalejo, Sol y Orzán, principalmente). Actualmente, la denominación de "Pescadería" ha caído en desuso y los coruñeses suelen denominar a esta zona "el Orzán".

lunes, 29 de marzo de 2010

domingo, 28 de marzo de 2010









dice el nuevo PXOM en el capítulo 24.1 valores ambientales de la memoria justificativa:


(...) En un municipio con un desarrollo de la línea de costa tan grande, el agua en sus diferentes
manifestaciones –el mar abierto frente a los Montes de San Pedro, frente al mar abrigado de la bahía de A Coruña y del puerto- se convierte en el protagonista fundamental. Los edificios y los espacios situados en la fachada litoral disfrutan ampliamente de esta panorámica.

Tras esta fachada es posible descubrir otros “valores”, algunos de ellos seguramente bien conocidos por la gente del lugar y otros, que en ocasiones pueden pasar más inadvertidos.

En la ciudad antigua predominan los edificios tradicionales y los equipamientos representativos, las calles estrechas, las placitas y algunos espacios de gran significación como la Plaza de María Pita.

Fuera de ella, las vías se ensanchan y se amplían las perspectivas y adquieren especial relevancia las calles con visuales sobre la lámina de agua. De entre éstas, destacan aquellas con cierta pendiente porque aumenta la profundidad del campo visual.






...En nuestra programación concéntrica (el autor pasó parte de su juventud
en Amsterdam, el colmo de la centralidad) la insistencia en el centro como
corazón que alberga todo el valor y el sentido, fuente de todo significado, es
doblemente destructiva -no sólo porque el volumen siempre creciente de
dependencias provoca una tensión intolerable, sino también porque significa
que el centro ha de ser constantemente "mantenido", es decir, modernizado.
Como "el lugar más importante" tiene que ser paradójicamente, al mismo
tiempo lo más antiguo y lo más nuevo, lo mas fijo y lo más dinámico; se somete
a la más intensa y constante adaptación, que luego se ve comprometida y
complicada por el hecho de que debe ser una transformación silenciosa,
invisible a simple vista. (La ciudad de Zurich ha encontrado la solución más
radical y costosa al transformarse en cierta clase de arqueología inversa: bajo
el centro se construyen nuevas capas de modernidad -centros comerciales,
aparcamientos, bancos, cámaras acorazadas, laboratorios. El centro ya no se
expande hacia el exterior o hacia el cielo, sino hacia el propio centro de la
tierra.) Desde la inserción de arterias de tráfico más o menos discretas,
circunvalaciones, túneles subterráneos, la construcción de cada vez más
tangencialidades, a la rutinaria transformación de viviendas en oficinas,
almacenes en lofts, iglesias abandonadas en nightclubs, de las bancarrotas en
serie y las subsiguientes reaperturas en recintos comerciales cada vez más
caros, a la incesante conversión de espacio útil en espacio "público",
peatonalización, la creación de nuevos parques, implantando, conectando,
exponiendo, la sistemática restauración de mediocridad histórica, toda
autenticidad es cruelmente eliminada.

la ciudad generica. r.koolhaas

El texto completo, por si alguien no lo tiene todavía:









viernes, 26 de marzo de 2010



¿qué paso con el urbanismo?
Este siglo ha sido una batalla perdida en cuanto a la cuestión de la cantidad.
A pesar de su promesa inicial, su frecuente valentía, el urbanismo ha sido incapaz de inventar e implementar a la escala demandada por
una demografía apocalíptica. En 20 años, Lagos ha crecido de 2 a 7 a 12 a 15 millones, Estambul se ha duplicado de 6 a 12. China se prepara para multiplicaciones aún más asombrosas.
¿Cómo explicar la paradoja de que el urbanismo, como profesión, ha desaparecido justo en el momento en que la urbanización en todas partes está -tras décadas de constante aceleración- en camino de establecer un "triunfo" definitivo y global sobre la condición humana?
La promesa alquimista del modernismo -transformar cantidad en calidad a través de la abstracción y la repetición- ha sido un fracaso, un engaño: magia que no funcionó. Sus ideas, estética y estrategias están liquidadas. Juntos, todos los intentos de crear un nuevo principio
sólo han desacreditado la idea de un nuevo principio. Una vergüenza colectiva en el velorio de este fiasco ha dejado un cráter gigantesco en lo que entendemos como modernidad y modernización.
Lo que vuelve desconcertante y (para los arquitectos) humillante esta experiencia es la desafiante persistencia y el aparente vigor de la ciudad, a pesar del fracaso colectivo de todas las agencias que actúan sobre ella o tratan de influenciarla -creativa, logística, políticamente.

Los profesionales de la ciudad son como jugadores de ajedrez que pierden contra computadoras. Un piloto automático perverso constantemente burla todos los intentos de capturar la ciudad, agota toda ambición por definirla, ridiculiza las afirmaciones más
apasionadas de su fracaso presente y su imposibilidad futura, [y] la conduce implacablemente en su vuelo hacia adelante. Cada desastre vaticinado es de algún modo absorbido bajo el manto infinito de lo urbano.

Aún mientras la apoteosis de la urbanización es deslumbrantemente obvia y matemáticamente inevitable, una cadena de acciones y posiciones de retaguardia y escapistas pospone el momento final del ajuste de cuentas para las dos profesiones antiguamente más
implicadas en hacer ciudades: la arquitectura y el urbanismo. La invasiva [pervasive: impregnante, penetrante] urbanización ha modificado la misma condición urbana más allá de todo reconocimiento.

"La" ciudad ya no existe más. Como el concepto de ciudad se distorsiona y estira más allá de todo precedente, cada insistencia sobre su condición primordial -en términos de imágenes, reglas, fabricación- conduce irrevocablemente a la irrelevancia vía la nostalgia.
Para los urbanistas, el tardío redescubrimiento de las virtudes de la ciudad clásica justo en el momento de su definitiva imposibilidad puede haber sido el punto de no retorno, el fatal momento de la desconexión, de la descalificación. Ahora son especialistas en dolores
fantasmas: doctores discutiendo las complicaciones médicas de un miembro amputado.
La transición desde una posición previa de poder a una estación menor de humildad relativa es difícil de lograr. El descontento con la ciudad contemporánea no ha llevado al desarrollo de una alternativa creíble; por lo contrario, sólo ha inspirado maneras más refinadas de articular el descontento. Una profesión persiste en sus fantasías, su ideología, su pretensión, sus ilusiones de intervención y control.
Y, por eso mismo, es incapaz de concebir nuevas modestias [modesties], intervenciones parciales, realineamientos estratégicos, posturas comprometidas que puedan influenciar, redirigir, tener éxito en términos limitados, reagrupar, incluso empezar desde cero,
aunque nunca reestablezcan el control.
Porque la generación de Mayo del 68 -la más grande generación hasta hoy, atrapada en el "narcisismo colectivo de una burbuja demográfica"- está finalmente en el poder, es tentador pensar que es la responsable de la defunción del urbanismo -el estado de las
cosas en el que las ciudades ya no pueden ser hechas- paradójicamente porque [esta generación] redescubrió y reinventó la ciudad.

Sous la pavé, la plage (bajo el pavimento, la playa): inicialmente, el Mayo del 68 lanzó la idea de un nuevo comienzo para la ciudad.
Desde entonces, hemos estado enganchados en dos operaciones paralelas: documentar nuestro abrumador temor por la ciudad existente, desarrollando filosofías, proyectos, prototipos para una ciudad preservada y reconstruida, y, al mismo tiempo, riéndonos del campo profesional del urbanismo hasta sacarlo de existencia, desmantelándolo en nuestro desdén hacia aquellos que planificaron (y cometieron grandes errores en el planeamiento) de ciudades satélites, carreteras, edificios de altura, infraestructuras y todos los otros restos de la modernización. Tras sabotear el urbanismo, lo hemos ridiculizado hasta el punto que departamentos universitarios enteros han cerrado, estudios han quebrado, burocracias han sido despedidas o privatizadas.

Nuestra "sofisticación" esconde grandes síntomas de cobardía centrados en la simple cuestión de la toma de posiciones - tal vez la acción más básica en el hacer ciudad.

Somos simultáneamente dogmáticos y evasivos. Nuestra sabiduría amalgamada puede ser
fácilmente caricaturizada: según Derrida no podemos ser Totales [Whole], según Baudrillard no podemos ser Reales, según Virilio no podemos estar Allí.


"Exiliado al mundo virtual": la trama para una película de terror. Nuestra relación actual con la "crisis" de la ciudad es profundamente ambigua: todavía culpamos a otros por una situación de la que son responsables tanto nuestro incurable utopismo como nuestro desprecio. A través de nuestra relación hipócrita con el poder -despectiva, pero codiciosa- hemos desmantelado una disciplina completa, desconectándonos a nosotros mismos de lo operacional, y condenando poblaciones enteras a la imposibilidad de codificar civilizaciones en su territorio -el tema del urbanismo.

Ahora nos queda un mundo sin urbanismo, sólo arquitectura, incluso más arquitectura. La pulcritud de la arquitectura es su seducción; ella define, excluye, limita, separa del "resto" -pero también consuma. Explota y agota las potencialidades que finalmente sólo pueden ser generadas por el urbanismo, y que sólo la imaginación específica del urbanismo puede inventar y renovar.
La muerte del urbanismo -nuestro refugio en la seguridad parásita de la arquitectura- crea un desastre inminente: más y más substancia es injertada en raíces que se mueren de hambre.

En nuestros momentos más permisivos, nos hemos rendido ante la estética del caos -
"nuestro" caos. Pero en el sentido técnico, caos es lo que sucede cuando nada sucede, no es algo que pueda ser armado [engineered] o apropiado sistemáticamente; es algo que se infiltra; no se puede fabricar. La única relación legítima que los arquitectos pueden tener con el tema del caos es tomar su merecido lugar en el ejército de aquellos empeñados en resistírsele, y fracasar.

Si va a existir un "nuevo urbanismo" no estará basado en las fantasías gemelas del orden y la omnipotencia; será la puesta en escena de la incertidumbre. Ya no se involucrará en la disposición [arrangement] de objetos más o menos permanentes, si no en la irrigación de
territorios con potencial; ya no buscará configuraciones estables sino más bien la creación de campos posibilitantes que acomoden procesos reacios a cristalizar una forma definitiva; ya no trabajará sobre la definición meticulosa, la imposición de límites, sino sobre la expansión de nociones, la denegación de límites. Ya no tratará de separar e identificar entidades, si no del descubrimiento de híbridos innombrables; ya no estará mas obsesionada con la ciudad si no con la manipulación de la infraestructura para [provocar] intensificaciones y diversificaciones, atajos y redistribuciones sin fin - la reinvención del espacio psicológico. Ya que lo urbano es ahora invasivo [pervasive], el urbanismo no será nunca más sobre lo nuevo, sólo sobre lo "más" y lo "modificado". No será sobre lo civilizado, si no sobre lo subdesarrollado.

Ya que está fuera de control, lo urbano está a punto de convertirse en un vector mayor de la imaginación. Redefinido, el urbanismo no será sólo, o mayormente, una profesión , si no una forma de pensar, una ideología: aceptar lo que existe. Estábamos construyendo castillos de arena. Ahora nadamos en el mar que se los llevó.

Para sobrevivir, el urbanismo tendrá que imaginar una nueva novedad [new newness]. Liberado de sus deberes atávicos, redefinido el urbanismo como una forma de operar sobre lo inevitable, atacará a la arquitectura, invadirá sus trincheras, la sacará de sus bastiones,
debilitará sus certezas, explotará sus límites, ridiculizará sus preocupaciones por la materia y la substancia, destruirá sus tradiciones, echará con humo a sus practicantes.

El aparente fracaso de lo urbano ofrece una excepcional oportunidad, un pretexto para la frivolidad nietzcheana. Debemos imaginar otros 1001 conceptos de ciudad, debemos tomar riesgos insanos, debemos animarnos a ser absolutamente acríticos, debemos tragar
profundamente y extender perdones a diestra y siniestra. La certeza del fracaso debe ser nuestro gas hilarante; la modernización nuestra más potente droga. Ya que no somos responsables, debemos volvernos irresponsables.

En un paisaje de creciente expeditividad e impermanencia, el urbanismo ya no es ni tiene que ser la más solemne de nuestras decisiones; el urbanismo se puede aligerar, convertirse en una Gaya Ciencia -Urbanismo light.
¿Qué pasa si simplemente declaramos que no hay crisis- si redefinimos nuestra relación con la ciudad no como sus creadores, si no como simples sujetos, como quienes la apoyan?

Más que nunca, la ciudad es todo lo que tenemos.


"wh a t e v e r h a p p e n e d t o u r b a n i sm ? " ( 1 9 9 4 ) t oma d o d e S ,M, L , X L OMA ( c o n B r u c e Ma u ) ,
r e m k o o l h a a s

domingo, 14 de marzo de 2010

La cartografía ciudadana se refiere a procesos sociales protagonizados por la ciudadanía auto-organizada de manera libre y voluntaria con el fin de producir contenidos/saberes así como dispositivos expresivos para mapear cualquier tipo de territorio (físico y/o digital, topográfico y/o social y semántico) y las relaciones entre los agentes que los practican. Esta producción se realiza mediante prácticas sociales que movilizan saberes, ciencias y tecnologías varias. Las motivaciones detrás de una cartografía ciudadana no se basan ni en el animo de lucro, ni en la conquista militar si no en la creación de nuevos conocimientos permitiendo a sus productores/as situarse, empoderarse y fomentar al mismo tiempo innovación social, organizacional y/o tecnológica.
La cartográfica ciudadana puede definirse como una práctica que tanto en sus resultados como en su mismo proceso produce subjetividad; y a la vez puede tender hacia resultados definidos como objetivos por las ciencias ortodoxas. No obstante la Cartografía Ciudadana no es neutral ya que parte de los deseos, necesidades y subjetividades de sus productore/as, y se dota de medios expresivos para comunicar a otras subjetividades su producción de datos, informaciones y saberes.

jueves, 11 de marzo de 2010

lunes, 8 de marzo de 2010

martes, 2 de marzo de 2010


ciclones extratropicales

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